Las personas que amé, con las que viví un tiempo que en su momento parecía permanente. Hace unos días hacía un registro mental de sus nombres. De sus presencias que ya no están. Y entonces, qué somos. Qué soy, o más bien, qué seré. Si hoy efectivamente creo ser y tecleo estas letras en este preciso momento. ¿Y ellos? Ellos ya no están. Muchos han muerto. Demasiados. Es posible que se trate de la nostalgia inducida por las fechas de fin de año. Difícil evitar la banalidad cuando me ha acompañado persistentemente. La primera huida, la de mi padre. Me daba muchos besos por los que no podría darme en el futuro. Decir de mi madre. Un futuro que ya pasó. Luego mi abuela, con su historia crispada con lo que he sentido más de una vez: aquello que opone, que coharta, que impide que la solución se dé, que la cosa fluya. La vivencia de la traba que conduce a la derrota. Julio mi tio, a quien acompañé en su último trayecto con ...
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